EL
DIA DESPUES DE LA MUERTE
En tantísimos años de medicina, nunca
volví a vivir algo tan triste. Por sus veintidós años de edad, por sus hijos
pequeños, por su desesperación, por el futuro irremediable. Ella sabia su
diagnostico: cáncer óseo diseminado y terminal.
_ ¡No quiero morir!_ repetía angustiada entre lagrimas y terribles
dolores.
No había una
respuesta que ofrecerle. Algunos familiares, sobre pasados por la situación,
hablaban de la eutanasia. Otros la rechazaban de lleno.
La llevé en el
corazón, todo el día. Me quedé dormida, pensando en ella.
Tuve un sueño
revelador, distinto a otros sueños. Pasé por el sufrimiento extremo, pasé el umbral
de la muerte. Lejos de la oscuridad, hallé la paz. Una paz única de beatitud.
El ser en expansión total y plena. Sin la existencia del dolor, ni del cuerpo,
solo conciencia (o alma). Sin la necesidad de búsquedas, ni incertidumbres. La
unidad del Todo, estaba allí. La plenitud de ser expresión de estrellas en infinita
paz y sensación de bienestar. Indescifrable, como estar enamorado del amor y
ser amor. La expansión de la existencia en millones de fragmentos y en uno
solo.
Cuando desperté,
sentí la necesidad de decírselo. Era domingo, no era día de ir al hospital.
Pero me puse la chaqueta blanca y fui.
Allí estaba,
rodeada de sus familiares. Cuando les pedí que se retiraran, me miraron con
desconfianza. Un hermano se quedó.
_ ¿Qué le va a
hacer? _preguntó.
_ Nada. Quédese._
le respondí.
Me acerqué a ella,
estaba semi inconsciente; le murmuré al oído: La muerte es un estado hermoso. Acaricié
su mano y salí de la habitación.
No terminé de
recorrer el final del pasillo, cuando el llanto de los familiares, indicó su
muerte.
Me había estado
esperando . Se fue en paz.
ALICIA B. MUSTAFA
HERMOSA HISTORIA, AMIGA QUERIDA, TERMINÉ DE LEERLA CON LÁGRIMAS EN LOS OJOS.
ResponderEliminarVILMA