domingo, 6 de abril de 2014

En honor a las leales mascotas (cuento)

                           COMPAÑERO


      El sol de la mañana ya se filtraba por la ventana. Un par de mates, unas galletas, algunas caricias o largos silencios. Era una delicia compartir los días con Juan.
     Los jueves íbamos al hospital, donde estaba internado Pedro desde hace tiempo. Era nuestro vecino, compañero de prolongadas charlas en el banco de la plaza. Recuerdo aquellos días dorados, en que solíamos encontrarnos con otros amigos y disfrutar del pasto.
   Juan ya casi no sale. Esta demasiado viejo y le pesan las piernas. No quiero dejarlo solo. Dejó de ir a la plaza. Sus pies hinchados apenas le permiten llegar, a duras penas, al mercado de la vuelta.
_Hoy haremos puchero_ me decía, guiñándome un ojo.
¡Sabe que el caracú con carne me encanta!
Mientras lo preparaba, yo permanecía en la cocina. Él me contaba de su difunta esposa, de cómo los hijos se fueron yendo en busca de mejores horizontes. Otras veces escuchábamos la radio. Lo miraba con atención. Hace tiempo que aprendí su idioma, creo que él lo sabe aunque no le conteste.
      Suele decirme que la ventaja de hacerse viejo es que uno se hace mas sabio. No sé. A veces la tecnología lo supera y llama al nieto que sabe de soft pero no de la vida, como Juan. Igual no lo escucha; es esa etapa en que creen saberlo todo. Eso es bueno, si tomara noción de lo frágiles que somos, también arrastraría los pies como su abuelo. Viene poco. La gente joven siempre esta ocupada, corriendo como los granos del reloj de arena.
   Ese jueves no fue como todos. Fuimos despacio, Juan se agitaba, se detenía y yo también, para esperarlo. Siempre lo espero. Quizás porque lo admiro, es que trato de imitarlo. Después de todo, la vida me lo dio de compañero.
_ Espérame en la puerta_ me dijo al llegar al hospital. Y allí me quedé, al pie de la escalera.
      Hace años que lo espero. A veces me asomo al vidrio de la gran puerta, para ver si lo veo. Pero nada. Algunos me patean, otros me dejan comida.
No pienso dejarlo solo. Por las noches, me acurruco debajo de un banco y recuerdo las tardes de sol, cuando íbamos al banco de la plaza.



                                                         ALICIA  B. MUSTAFA

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